lunes, 12 de diciembre de 2011

EL COMPLEJO DE LUCHAR CONTRA EL DEVENIR NATURAL

Decía Sigmund Freud que el complejo de inferioridad se debe más a un acto reflejo mental inconsciente que se proyecta por la imagen del yo respecto a otro o respecto a las ideas sugestivas que ha ido obteniendo el individuo a lo largo de su vida. Este fenómeno psicológico inyecta de un sentimiento de desánimo a quien lo sufre y sobre todo de incomparecencia para poder explotar las cualidades propias que seguro que son muchas y buenas.

Sobre estas líneas seguro que muchos atisbáis por donde irá la crónica, pensando que la victima de esto es el Real Madrid en cuestión y el elemento sobre el que se genera es el FC Barcelona. Pero no es así, la victima son los propios jugadores del Real Madrid frente a la idea del devenir del propio fútbol en cuestión, y que el Barcelona solo hace que llevarlo al ámbito en donde nace y se desarrolla.

Recibía el Real Madrid a su máximo rival, aquel que tenga lo que tenga, que padezca lo que padezca o que adolezca de lo que adolezca, siempre pasa revista en este tipo de partidos. Es difícil recordar un partido en el que el FC Barcelona haya sufrido verdaderamente un revolcón, y las veces que ha sido así, ha tenido que ser por fuerza de causa mayor o porque no ha quedado otro remedio. Ambos venían con ciclos desiguales, un Real Madrid pimpante que deja claro jornada tras jornada que su escollo insalvable nace de la Ciudad Condal. Y por otro lado el FC Barcelona obligado a retomar el pulso en la Liga y rebajar la distancia de seis puntos.

Antes de que muchos hubiesen tomado asiento, el FC Barcelona comienza a enhebrar la aguja desde atrás y en estas en una versión nostálgica de si mismo Víctor Valdés se confunde de tecla, cúmulo de tropiezos, desatinos y accidentes que le llevan a Karim Benzema a clavarla con la tibia al fondo de la red. A otro equipo le hubiera resultado imposible reponerse de tal jarrazo en la cabeza, pero estos afrontaron el cometido como quien se topa con un dormitorio desordenado. Y poco a poco el fútbol comenzó a desembocar hacia su territorio natural como la fuerza magnética arrastra a los metales. Por su parte el Real Madrid se empecinaba en mezclar agua con aceite y en esas es donde surge el sentimiento que mencionaba Freud. El fútbol como todo ejercicio en movimiento no tiende a la arbitrariedad, tienda hacia un patrón común, y ese habla de que el juego generalmente transcurre en las medianías del terreno y con el balón en los pies, y es contra esa idea sugestiva y aprendida con la que se enfrenta el futbolista del Real Madrid ante quien lo tiene todo tan claro. El querer saltarse ese acontecimiento natural e impenetrable es lo que le lleva al fracaso en sí mismo. Es lo que le lleva a que desde el segundo 24 el FC Barcelona acerca el futbol al polo por el que se ve atraído, al que como decía Di Stefano, “al césped que alimenta a la vaca y sobre la que se saca cuero para fabricar balones”. Para el minuto 29 Messi se pone a pensar en el centro del campo, como quien se pone a soñar debajo de las nubes y encuentra la rendija para rematar Alexis. Decir que el Real Madrid podría haber pegado otro jarrazo con anterioridad en sendas ocasiones de Cristiano Ronaldo, pero para momentos así se requiere de la paz interior que no tiene, la que se obtiene de alcanzar un estadio de felicidad en lo personal y la de jugar no tanto en los extremos y más ahí, de nuevo, en el centro del campo. Porque el Real Madrid de la mano del trabajo diario que impregna su técnico tiene un espíritu aguerrido, competitivo y físico que le permite barrer al resto de equipos. Pero ese espíritu también lo tiene el FC Barcelona en menor medida, es en la faceta del juego natural sobre la que el Barcelona dispara las diferencias. Y no me dirán que no se lleva advirtiendo aquí en La Garita de Concha Espina, decisiones como la de jugar con un tractor en el campo véase Khedira, o sacrificar soldados como Kaka en post de Lass Diarra que estuvo en todos los repasos habidos y por haber que sufrió el Real Madrid en los últimos años o Coentrao a quien se le echó a porrazos del Zaragoza y que el Real Madrid endosó a la lista Forbes de la noche a la mañana, no ayudan a desequilibrar la balanza.

En la segunda parte Xavi recibió la bocanada de suerte que no tuvo al principio del partido y coloca el uno a dos, para volver a pasar los trastos de la responsabilidad a Cristiano Ronaldo que no consigue meter dentro un claro remate de cabeza. Es después de esta jugada cuando las aguas vuelven de nuevo al centro del campo y de nuevo Messi abre a Dani Alves para que rematase al que le tocase subir, en este caso Cesc Fabregas. El partido ahí se acabo, con un recital de faltas mal tiradas por parte de Cristiano Ronaldo y con la posibilidad de abrir más aún la brecha por parte de Andrés Iniesta.

En este caso, las explicaciones a la derrota pueden ser varias y de lo más pintorescas, recomiendo no escaparse por la gatera hablando de arbitrajes, de la calidad incuestionable de Cristiano Ronaldo y tampoco cuela el hablar de infortunios. Se debe asumir la realidad de frente tal y como llega, asumir que el Real Madrid ha tenido el 38% de posesión de balón, el único partido que casualmente lo llega a niveles más pobres cuando en media alcanza niveles de 60% de posesión, decir para su bien que pese a eso cuenta con mucha pólvora, solo generó dos ocasiones menos que el rival y el mismo número de balones recuperados por menos balones perdidos. Pero es la necesidad de cuestionarse la necesidad imperiosa de volver su juego hacia al territorio congénito del mismo, en donde hay más probabilidades de que ocurran cosas, hacia esa idea que se asimila desde benjamín y que luchar contra ella solo está llevando a la frustración y a la derrota. Se requiere de tiempo, de valor para asumirlo aunque sea en momentos de viento a favor y de dar paso a aquellos que tienen capacidad para hacerlo; Ricardo Kaka, Sahin o Esteban Granero por ejemplo. Empecinarse en algo que no sea esto, supone ahondar más aún en este complejo de inferioridad.

Un abrazo.

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